domingo, 13 de mayo de 2012

Poema



El corazón de las arañas

 “Estoy condenado a destripar el corazón de las arañas,
a poner los dedos dentro de la caldera de una flor”
(Santiago Azar)
          


Vendrán con antorchas encendidas,
poderosos caballeros de Quevedo,
oligarcas vestidos de cordero.

Presiento que nunca se han ido
que son engendros de la máquina del tiempo,
como una evocación recurrente de los siglos.

Me los cruzaré en cualquier esquina,
me quitarán el pan, la calma…
Me bajarán a los infiernos.

Y ya solo me quedará abandonar
el camino que señalan las estrellas,
aunque ni en sueños ni despierto
sabré qué mal he cometido.

Después, me buscarán
como a barco en el desierto
y escondidos en la largura del silencio
indagarán en mi conducta
y pensamiento.

No les daré motivo ni mansedumbre
o volverán los oscuros tiempos
en los que las cosas tenían dueño
y no era yo.
Ni dejaré escapar el aliento
en el que se asienta el origen de la belleza
y lo natural de cada día.

Deben saber que adoro la rutina de mi casa
y ver la primera luz del alba.
Que alguien inventó la libertad
y a mí me toca preservarla.

¿De qué sirve si no esta herencia?,
¿de qué sirve, si siento el peligro
de la noche en mis pupilas?

Así existo: emparentado con Platón,
con Cervantes… con la crisis.
Con la vida. 

Puede que no conozca el escondrijo de la araña
pero tengo el plano de la ciudad
y sus murallas. 

©Pilar Fernández Bravo



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