Existe un cuarto lleno
de trastos y memoria
en cualquier geografía
de juventud,
donde desembarcan ríos
de palabras
con ojos y latidos
rotundos
como gárgolas
vivientes.
Un lúgubre café preñado de metáforas
por donde transitan
trovadores
y donde el tiempo ha
disipado los rituales de amor,
los preámbulos,
las reuniones a
cualquier hora,
las noches
interminables de besos y bebidas,
la mezcla de olores y
de sexo…
Y hay un lugar que
recuerda al paraíso,
un rincón hecho de
rimas,
un lienzo para pintar
el fuego
de una vida escondida
en el olvido.
©Pilar F. Bravo