viernes, 20 de marzo de 2015

Bureau












La mesa donde escribo
se ha convertido en piel,
en una constelación 
de tatuajes y de heridas
como las que dejan la hoja en blanco,
la escasez de palabra
o el duermevela.

Ya no es de madera la mesa,
es de hueso y carne,
de cielo y yerba,
de deseos y sueños.
De madreselvas.

La mesa donde escribo
está hecha de latidos
y ventanas abiertas.

©Pilar Fernández Bravo

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