miércoles, 6 de abril de 2022

ENTREVISTA A LA ESCRITORA ARGENTINA ANDREA CENTENO

Mi abuela me había regalado Ana Karenina, y me acuerdo hasta hoy del amarillento de las páginas, de cómo había que pasarlas con cuidado porque si no se descosían, es que era un ejemplar que había sido de ella. (A.C)

Andrea Centeno
Crédito: Adriana Margotto

Para escribir es necesario tener sensibilidad, observar, ser curioso, describir, leer y sobre todo escribir sin autocensuras. (A.C)

Conocí a Andrea Centeno en las transmisiones que Rosa Montero realizaba desde su Facebook, durante la pandemia. Las dos estuvimos en el lugar adecuado en el momento oportuno, junto a un elenco de escritores de 23 países diferentes y que ahora compartimos las páginas de un libro con nuestros cuentos, porque las citas literarias con Rosa se convirtieron en un taller literario. “En cuentos con Rosa: historias de dos personajes” que viene en dos tomos: “Carmín” y “Chocolate”, son el fruto de esas transmisiones en vivo. “Es un absoluto milagro de creatividad y cooperación”, escribió Rosa Montero. 

Carl Jung decía que lo que no hacemos conscientes se manifiesta en nuestra vida como destino. Que es lo mismo que decir que nuestra existencia no está gobernada por la suerte ni el azar, sino por "la ley de la sincronicidad". Esta determina que todo lo que ocurre tiene un propósito. Y lo tuvo, porque después de Rosa Montero llegó Maru San Martín y organizó un concurso literario en México y nuestros cuentos, junto con los de otros 28 compañeros, fueron elegidos para formar parte de una preciosa antología: “Labios Rojos, Chocolate y una Rosa”Y ahí unimos lazos que trascienden lo literario. 

La vida nos regala a menudo pequeños momentos mágicos que toman la forma de felices coincidencias. Hipócrates creía que todas las partes del universo estaban unidas las unas con las otras. Una visión que le llevaba a explicar las coincidencias significativas como elementos simpáticos.  Y digo todo esto porque esta entrevista es la segunda que hago a un escritor argentino. La primera fue a Daniel Paredes, del que guardo un entrañable recuerdo.  Y confluyen varias coincidencias entre ellos: los dos son argentinos, los dos son escritores, los dos han publicado y los dos son de San Nicolás de los Arroyos, ciudad situada en el extremo norte de la provincia de Buenos Aries. 

Andrea Centeno
Crédito: Adriana Margotto

La vida acaba creciendo donde están nuestros amores

Andrea Centeno nació en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, provincia de Buenos Aires, Argentina. Es periodista, se graduó licenciada en comunicación social en la UNR (Universidad Nacional de Rosario), donde trabajó desde su fundación en Rosario/12.

Vive desde 2005 en São Paulo, Brasil. En la ciudad de Buenos Aires trabajó en diarios, revistas, TV y radio. Publicó varios reportajes en la revista de crónicas y no ficción Gatopardo, primero desde Buenos Aires y luego desde São Paulo, entre 1998 y 2012.

Su cuento Apenas un cuerpo integra el tomo Carmín de En Cuentos con Rosa (México, Literálika, 2020) y fue seleccionado en la antología Labios Rojos, Chocolate y una Rosa (México, Educación & Cultura, 2020). Ambos libros, prologados por la escritora española Rosa Montero.

Ha publicado también cuentos en antologías editadas en España y en Eslovenia.

Otro de sus cuentos, El hermano gemelo, forma parte del libro Destejiendo Heridas, dirigido por escritora mexicana Liliana Blum (México, Tejiendo Historias, 2021).  

Es productora de contenidos periodísticos de la corresponsalía de un diario japonés en América Latina y el Caribe. Escribe mensualmente ficción en las contratapas de los diarios Rosario/12 y Página/12, de Argentina.

Otros trabajos:

En Rosario, colaboró con Página/12 y algunas revistas, fue redactora del diario La Capital y productora de Radio Rio y Canal 5. 

En Buenos Aires integró las redacciones de algunas revistas (como Noticias y La Primera), fue editora de una agencia de noticias (Infosic), redactora especial del diario La Nación, productora general del programa Sin Permiso, en Canal 7, columnista de política internacional en América TV, y co-conductora del programa La Lupa, en radio Rivadavia, entro otros.

Acaba de publicar la novela Nadie me llevará flores (México, Literálika, 2021) con excelentes críticas.

"La autora es brillante y esta novela es su ópera prima masiva" 

"Es precisa como un hachazo a la hora de poner adjetivos" (Alejandra Rey)


Es magnífica. Posee una voz literaria original, poderosa, a ratos deslumbrante, 

y una capacidad increíble para rozar la desolación” (Rosa Montero)


Portada de Nadie me llevará flores

Felicidades a Lena Giuliano, que creó y dirigió un vídeo lleno de frescura y naturalidad, anunciando el libro. Lena, además, es escritora como su madre; así que menudo tándem forman madre/hija. Aquí os dejo el booktrailer y, más abajo, el link:





Para el que quiera adquirir el libro, puede acceder al link:


https://www.amazon.com/dp/B09KDNXPSW

 

El autor de la preciosa ilustración de la tapa del libro Nadie me llevará flores se llama Estanislao López Doyhenard @estani.lopezd y también es argentino, de La Plata. Felicidades por la tapa, Estani. Una belleza. 


Andrea Centeno
Crédito: Adriana Margotto


Yo siempre quise ser escritora 


Pilar Fernández Bravo.: ¿Quién era Andrea Centeno antes de ser escritora y quién es hoy?

Andrea Centeno.: Era casi la misma que soy ahora, solo que con menos años (ja ja). Yo siempre quise ser escritora, pero desde muy chica empecé a trabajar en un diario, en el diario de mi ciudad, aun antes de terminar la escuela. Fue casi natural luego seguir Comunicación Social, era la carrera que formaba académicamente a periodistas y ya estaba trabajando. Escribía ficción en casa, como ahora, que escribo ficción y a la vez sigo siendo periodista. Era periodista y escribía y lo sigo siendo. 

 

P.F.B.: Siempre me gustó el mundo del periodismo. ¿Para qué periódico trabajas y en qué consiste tu trabajo como periodista? 

A.C.: Trabajo para The Asahi Shimbun, un diario japonés que es bastante importante en Japón. Cuando empecé a trabajar vendía ocho millones de ejemplares por día, en dos ediciones (matutina y vespertina), ahora con las versiones online imagino que vende un poco menos… Soy quien piensa, ayuda a pensar, las noticias que pueden interesar a los japoneses en América Latina, desde Argentina hasta México. Leo todos los días los diarios, las principales noticias de toda la región, y a pensar qué se nos ocurre. A veces se hace difícil porque estamos muy lejos y son culturas diferentes, quiero decir: lo que puede ser una gran noticia en Brasil o en Colombia, no le interesa a nadie en Asia.  Mi trabajo, distinto a los que estaba acostumbrada a hacer en Argentina, es pensar qué puede interesar y producirlo. Agendar las entrevistas, hacerlas si se pueden hacer por teléfono, buscar los datos. A veces son noticias que debemos pensar mucho, otras veces son apenas de coyuntura. Una vez, una de las noticias más raras, y que acabó divirtiéndome, fue investigar por qué los maniquíes tienen pezones en las vidrieras de América Latina, en contraposición a los del mundo árabe, por ejemplo. Fue un gran aprendizaje y terminamos haciendo notas no solo en América Latina sino en España, con quienes piensan las vidrieras de Zara, por ejemplo, que está en todo el mundo casi, también en las fábricas de esos maniquíes, en Italia e Inglaterra. Otras noticias son más aburridas, como las encuestas paraelecciones o interesantísimas y serias, como el vaivén entre izquierda y derecha en países de latinos.En este último caso se buscan las encuestas, se intenta hablar con candidatos y con analistas de varios países. 

 

P.F.B.: Me encanta todo lo que cuentas, qué interesante. ¿Qué significa internet y redes sociales para ti? ¿te condicionan como escritora las redes sociales?

A.C.: Para mí son una mezcla de obligación y de poder relacionarme a la distancia, o poder ver en qué anda la gente que quiero. No soy una usuaria diaria de las redes, aunque con mis amigos me conecto más por el Facebook o por Instagram. Y es verdad que uso ambos para colgar algún post del libro. Uso, sí, el Twitter para trabajar, tengo muy pocos seguidores y sigo a un montón de gente de la que jamás sería amiga en la vida real, solo para leer anuncios o comunicados oficiales. La verdad es que tengo cero poder, sea en las redes o personalmente, y no, no me condicionan a la hora de escribir. No le doy mucha bola a las redes, las visito, solo un ratito, a veces cuelgo algo, y salgo, no mucho más.

 

P.F.B.: Coincidimos en no abusar de las redes, pero sabemos que hay que estar ahí. ¿Siempre quisiste ser escritora? Y de ser así quién o qué tuvo la culpa de que se te despertara la vena de escritora.

A.C.: Sí, de muy chiquita quería ser la versión femenina de El Zorro, jugaba a eso sola en casa (ja ja). Pero siempre quise escribir, solía escribir mucho aun de niña y fui una lectora precoz, voraz. Quería dibujar, pero no lograba llevar al papel lo que tenía en la cabeza, algo que generalmente lograba con más fidelidad si escribía. La culpable de todo fue mi abuela María Luisa, le decíamos Chacha, que era la mamá de mi mamá. Ella leía mucho en las horas de la siesta y me invitaba a sentarme al lado de ella para “imitarla”, decía. Leíamos de todo juntas, desde revistas de historietas para adultos a Agatha Christie, creo que leímos todos los libros de Agatha Christie, pasando por una argentina un poco cursi para mi gusto que se llama Poldy Bird y un verano leímos juntas Madame Bovary, cualquier cosa que vendieran o cambiaran por usados en el quiosco de revistas del barrio. Y cuando la abuela ya no podía leer, le leía yo. Y cuando no había nada más nuevo que leer, escribía yo y le leía. A veces escribía poesías, soy muy mala haciendo poesía (ja ja). Pero me di cuenta de que no solo quería ser lectora si no también escritora por la abuela y, sobre todo, por Rosa Montero. Fue por ella que entendí que efectivamente siendo periodista podía ser también una escritora de tiempo completo. Fue con Crónicas del desamor e inmediatamente con La función delta, de Rosa Montero. Yo ya estaba terminando la adolescencia, tenía que decidir qué quería hacer en el futuro. Admiraba sus columnas, sus entrevistas increíbles y la tomaba como ejemplo en todo esoCuando leí su primera novela, ya fue mi modelo, ella representaba lo que quería intentar lograr. Y viajé a Madrid solo para conocerla.

 

P.F.B.: Qué maravilloso lo que dices de tu abuela y de Rosa Montero. Así que dos mujeres fueron las culpables de que tú escribas ahora. Y me ha dicho un pajarito que tuviste la oportunidad, como periodista, de entrevistar a Rosa Montero. Me gustaría que compartieras tu experiencia con nosotros. 

A.C.: ¿La experiencia de conocer a Rosa? Fue una de las cosas más lindas que me pasaron. Fue una experiencia maravillosa, sobre todo porque ella es maravillosa. Yo quería conocerla desde la primera vez que la leí. Hacía mucho que quería conocerla, hasta me había ido a Madrid, en mi primer viaje en avión. No conocía Buenos Aires y me fui a conocer a Madrid y solo para verla a ella, para conocerla en carne y huesoY me fui solo con la dirección del diario El País en la época en una libretita. La recuerdo todavía, Miguel Yuste 40. Rosa no estaba, estaba en Berlín, me dijeron eso en la recepción y le dejé una notita. Unos años después, en 1999, ella fue a Buenos Aires para presentar La Hija del Caníbal, que había ganado el Premio PrimaveraYo trabajaba en el diario La Nación por entonces, en la sección política, pero una compañera, Susana Reinoso, de la sección Cultura y especialista en libros,se apiadó de míMe dejó ir en su lugar a entrevistar a Rosa, confió en mí y de verdad que hasta hoy se lo agradezco cada vez que puedo. La entrevista era tempranísimo al día siguiente en un hotel de Recoleta, yo me conocía la novela de memoria. Esa novela era y sigue siendo una belleza por donde se la lea. Y allá fui. Desayunamos con Rosa, nos reímos muchísimo, le conté que yo había empezado a escribir después de leer sus primeras novelas (sobre todo La Función Delta, que me marcó) y me pidió que le mostrara algo de lo que escribía. Le dejé un manuscrito de mi novela, el único que tenía, en el hotel tres horas después. Y ella me lo devolvió al día siguiente con anotaciones y sugerencias. ¡¡No se puede ser más generosa!! Ella lo es. Me escribió una carta larguísima que guardo junto a los recuerdos más preciados. Unos meses después, yo estaba a desgano haciendo una nota en Santiago de Chile, en un feriado, y cuando salí de mi habitación ella, Rosa, venía caminando desde la otra punta del pasillo. Era el hotel Galerías de Santiago. Bajamos juntas en el ascensor. Desayunamos, cenamos esa noche y fue fantástico volver a conversar con ella. Ella estaba en una feria del libro, también sola y en feriado. Así que conversamos mucho. Y fue genial. Las conversaciones con ella son momentos que atesoro también con inmenso cariño, devoción, agradecimiento. Le debo mucho más que la mejor entrevista de mi vida periodística. Bueno, no sé si la mejor pero sí la más querida. Conocer a Rosa, conversar con ella, aprender de ella, leerla, fueron regalos inmensos. 

 

Andrea Centeno
Crédito: Adriana Margotto

De muy chiquita quería ser la versión femenina de El Zorro


P.F.B.: La magia vive en tus palabras, gracias por compartir uno de esos momentos extraordinarios que tanto te marcaron. El destino te regaló más encuentros con ella, no solo en Chile. Aquí se dio "la ley de la sincronicidad" de la que hablo al principio. ¿Qué lecturas recuerdas como las que te marcaron en el pasado y han tenido que ver con Andrea escritora? y ¿cuáles son las fuentes literarias de las que más has bebido?

A.C.: El primer libro que me leyeron y me marcó se llama Dailan Kifki, de María Elena Walsh, y es sobre un elefante abandonado en un zaguán de una familia de Buenos Aires, que acaba adoptándolo y juntos viven aventuras increíbles. Me lo leyó la maestra de primer grado, se llamaba Julia y hasta hoy me acuerdo de esos momentos en los que ella lo leía, parada entre dos filas de pupitres. Recuerdo que me apasioné por esa historia, que me preguntaba cómo alguien puede escribir así, de qué cabeza podría salir una historia tan original y bonita. Tenía seis años. Es un libro que le leí y le regalé luego a mis hijas. 

El primer libro que leí sola y me causó las mismas sensaciones fue Mujercitas, de Louisa May Alcott, me cautivó tanto que inmediatamente leí, también de ella, Jack y Jill. Otros grandes libros que leí tal vez de manera precoz fue Lolita, de Vladimir Nabokov, y Las olas, de Virginia Woolf. Digo precozmente porque cuando los releí muchos años después obviamente los entendí diferenteMi abuela me había regalado Ana Karenina, y me acuerdo hasta hoy del amarillento de las páginas, de cómo había que pasarlas con cuidado porque si no se descosían, es que era un ejemplar que había sido de ella.

 

P.F.B.: Mi admiración por Julia, tu maestra, y porque desde niña desarrollaste un gusto a la lectura que no abandonaste nunca. Una buena lectora que trajo consigo a una gran escritora. ¿Qué libro estás leyendo ahora?

A.C.: Suelo leer dos a la vez, una costumbre que me dejó la pandemia y no sé explicar por qué, imagino que porque al no salir de casa tenía más tiempo para leer. Pero a mí me gusta muchísimo leer en la cama, antes de dormirme. Y allí prefiero leer novelas. A la tarde, cuando me tomo un tiempo en casa o si tengo que esperar en algún lugar, me gusta leer cuentos, porque al ser más cortos los podés terminar y no dejarlos para después. A la novela la leo una y otra vez, voy y vuelvo, me encanta disfrutar cada frase, como está escrita, los giros, las combinaciones de palabras. Estoy leyendo La vegetariana, de la coreana Han Kang, y los cuentos Algo alrededor de tu cuello, de la nigeriana Chimamanda Ngozi Aichie (me fijé como se escribe Ngozi, jaja)

 

P.F.B.: Cómo te entiendo. ¿Has asistido a talleres literarios? Crees que es importante acudir a ellos para aprender a escribir y estar al día en técnicas y demás vericuetos o no es necesario. Qué te han aportado. Si te atreves, escribe el nombre del taller que más te ayudó.

A.C.: Empecé a asistir a talleres también con la pandemia. El primero que hice fue de Literálika, que más que un taller fue una especie de círculo de lectura de textos propios. Éramos siete autores más la editora de Literálika, Ángeles Favela, y nos leíamos y sugeríamos cosas entre nosotros. Me ayudó muchísimo ese primer taller, porque hacía tiempo que le daba vueltas a como encarar el final de la novela que estaba escribiendo. Sabía cómo quería que fuera el final, pero no encontraba la mejor manera de llegar a ese final por un camino atractivo de ser leído. Ángeles “psicoanalizó” de alguna manera la novela, hizo un psicoanálisis del narrador y los personajes y eso me ayudó a encontrar las respuestas para llegar a ese final. Ese taller me sirvió muchísimo, sobre todo porque fue la propia Literálika, que es una editorial de México, la que luego publicó la novela. Hicimos talleres entre amigas, ¡qué hermosa experiencia encontrarnos en esos talleres, Pilar! y además de divertidos fueron muy productivos. Por invitación de Maru San Martín, me sumé a algunos talleres de Tejiendo Historias, de Sonia Higuera, también en México. A mí me gustó especialmente uno sobre tensión en el cuento que coordinó Liliana Blum, a quien admiro, en cuya segunda parte también coincidimos, Pilar. Hay personas muy valiosas de las que aprendí: sobre todo vos, Purificación García Díaz, Maru, Valeria Villa, todas escritoras que además de ser muy talentosas son divertidísimas. Juntas hicimos un curso con Dolores Reyes, la autora de Cometierra, que es impactante y bella. Francisco Rapalo, argentino, también es un gran tallerista. Desde que descubrí los talleres tengo una especie de adicción a ellos, porque además de aprender, siempre los comentarios de quienes saben aportan mucho. Y como son por zoom, por la pandemia y por la imposibilidad física, pues somos de diferentes países, son las mejores horas que puedo pasar conectada a la pantalla. Es una forma grandiosa de divertirnos hablando de lo que más nos gusta, la literatura.

 

P.F.B.: Es cierto, Andrea, la literatura nos unió, por suerte. Tengo el privilegio de contar con tu maravillosa amistad. Compartimos talleres, aprendizaje y diversión, que van de la mano la mayor parte del tiempo. Yo también he aprendido mucho de vosotras y sobre todo es divertido leer y escribir juntas. 

¿Se puede, a tu entender, ser buen escritor si no se es buen lector? ¿Lees mucho? ¿Qué tipo de libros lees más?

A.C.: No sé si se puede, yo creería que hay más posibilidades de ser mejor escritor después de haber leído, de seguir leyendo, mucho. Además, me arriesgaría a decir que todos los que amamos escribir también amamos leer. Disfruto mucho de escribir y también disfruto mucho de leer lo que está bien escrito. Yo leo sobre todo ficción y dentro de la ficción prefiero las novelas, aunque leo muchos cuentos y especialmente cuentos que parecen novelas, como los de Alice Munro, que son cuentos largos y en un momento te olvidás de que es puro cuento y te sentís en el medio de una novela. Me cuesta leer biografías, no son mis predilectas y me pasa algo similar con los ensayos y la poesía, aunque en menor medida. Si tengo que elegir qué libro abrir, seguramente es una novela. Pero, como dije, si estoy en la mitad del día, me leo un cuento. 



Yo me imaginaba a Selva con cierto parecido con mi hija Lena


P.F.B.: Tamara Kamenszain opinaba que "No existe el escribir sin leer". Ella necesitaba leer a otros para escribir, se cargaba, le daba sangre. Por lo que estoy de acuerdo contigo: se es mejor escritor después de haber leído. Y coincido también con Kamenszain. 

¿Qué se puede conocer de ti a través de tus historias?, ¿te escondes detrás de los personajes y las tramas? Y ¿qué te mueve a elegir un tema?

A.C.: Yo creo que al escribir una historia siempre ponemos algo nuestro, aunque no sea la intención. No digo que los personajes hablen tal y como hablamos o que piensen lo mismo que pensamos frente a un tema u otro, sino que hay detalles, nombres que elegís para algún personaje y luego te das cuenta de que conociste a alguien llamado así con alguna característica similar a la de ese personaje. Creo que es mejor, más fácil y más atractivo, escribir sobre lo que conocemos, pero no es excluyente. Es para mí más fácil escribir sobre una mujer o una historia que pase en una redacción de diario, pero sería aburrido escribir siempre sobre lo mismo. Por eso, una buena forma de escribir sobre algo que nos es ajeno es investigar. Antes de sentarse y llegamos al principio, eso de escribir sobre lo que conocemos, porque si lo investigamos bien cavamos conociéndolo. No sé si me escondo, creo que no, pero sé que hay algo de mí o de gente que de alguna manera me marcó que está presente. Sobre la elección de los temas es por sentir ciertas ganas de meterme en ese asunto, en ese lío y de conocerlo mejor. En la novela Nadie me llevará flores la elección fue del personaje a mí y no al revés. Irene, que es una de las dos protagonistas, está inspirado en una mujer real que hace años entrevisté para hacer una entrevista periodística. Ella efectivamente había asesinado a una compañera, me dijo aquello de “a la vieja la maté por amor” y era así de vulnerable y en algún punto inocente, como la narro en la novela. Yo la entrevisté, ella me marcó con su historia, y su historia me dio vueltas por mucho tiempo adentro, hasta que tomó forma de novela con muchos hechos de ficción y la imaginación, claro. Fue sentarme y apenas escribirla. A Selva, que es la otra protagonista, sí tuve que delinearla con mucho más detalle e inventiva. Hay un cuento que escribí sobre una chica que queda renga después de arrojarse a un pozo de las cloacas. Escribí todo el cuento de un tirón, con nombres y anécdotas todas inventadas, pero al releer las más de diez páginas del cuento me di cuenta de que efectivamente yo había tenido una amiga de la infancia con la que nos habíamos tirado a un pozo… Me sorprendí a mí misma y mucho… Pero ella quedó renga ni era mi sobrina como aparece en el cuento ni nada de lo que sigue pasó. Ella se quebró las dos piernas, pero quedó en perfectas condiciones. Solo que al empezar a escribir el cuento no recordaba ese incidente. 

 

P.F.B.: Muy interesante lo que cuentas. Y me quedó en la cabeza eso de que para escribir sobre algo que nos es ajeno hay que investigar. Yo también lo aplico.

¿Crees que escribir sirve de valor catártico? ¿Te enseña algo sobre tu propia personalidad?

A.C.: Sí, Pilar, creo absolutamente que es catártico en muchos sentidos. Sobre todo, sanador. Y creo que me enseña muchísimo, si no es a entenderme a mí misma, por lo menos sirve para conocerse más, que ya es una gran ayuda…

 

P.F.B.: Para mí también, en muchos sentidos es sanador. Nadie me llevará flores tiene esa parte catártica de la que hablamos, una luz al final del túnel que entrelaza a los personajes hacia destinos no buscados, pero esperanzadores. También para el lector. A lo que hay que añadir tu hermosa prosa. 

Me encanta el título y la portada ¿Cómo elegiste ambas cosas?

A.C.: Muchas gracias, Pilar. Sos tan generosa como Rosa. El título surgió cuando ya estaba terminada. Lo fui cambiando varias veces. Me gustan los títulos largos y no soy muy buena titulando. En una de las últimas correcciones, te diría que la última, pensé en ese título y a Ángeles, la editora de Literálika, le gustó y quedóA la portada la pensamos juntos con Estanislao, que es un genio y me interpretó rápidamenteEstanislao es muy sensible y captó inmediatamente lo que era mejor. Supo lo que yo quería y lo mejoró. Yo me imaginaba a Selva con cierto parecido con mi hija Lena.Y le envié una foto de ella sobre el puente de Salvador, donde transcurre un capítulo fundamental de la novela. Y él hizo la magia. Yo quedé muy contenta con su obra y en la editorial gustó tanto que no hubo duda alguna. Y así quedó.


Estanislao y Andrea 

Al escribir una historia siempre ponemos algo nuestro


P.F.B.: Es cierto, Estanislao es un genio. Hermoso lo que cuentas. ¿Cuál es tu literatura favorita, al margen de ser escritora, la que a ti te gusta leer? ¿Cuáles son tus escritores preferidos?

A.C.: A mí me gusta leer novelas y cuentos. Y tengo un gusto bastante variado. Ya leí clásicos, más que nada de adolescente y no a todos. Por ejemplo, a mí me encantaba Madame Bovary, y me sigue gustando mucho, pero hace más o menos un año leí Salambo, también de Gustave Flaubert, y no me gustó tanto. Uno de mis libros preferidos es Lolita, lo puedo leer y volver a leer con el mismo entusiasmo y amor. De chica me gustaba mucho Stendhal, pero cuando crecí me gustó menos y me pasó al revés con James Joyce. Me encanta Borges cada vez más, y no es solo porque sea argentino. Hay otro argentino del que no me pierdo nada y que se llama Alan Pauls, y me gustaban mucho Juan Forn o Fogwill. Desde adolescente siento un amor incondicional por Paul Auster y me gusta mucho Hanif Kureishi, son autores contemporáneos de los que leo todo, todo. Admiro la escritura, o más bien como maltrata tanto a sus personajes y sale divina, Samanta Schweblin, creo que de ella y de Sara Mesa leí todo y las seguiré leyendo. Me conmueve la sensibilidad de Purificación García Díaz y la encuentro en la misma línea de Clarice Lispector, que me encanta y es una de las más grandes en mi universo de escritores, o de Virginia Woolf, una diosa de las letras. Sin dudas, mi corazoncito está con Rosa Montero; es que me no solo me gusta su obra, además la admiro como mujer y periodista. Y la quiero. También me parece maravillosa la obra de Lucia Berlín y si tengo que elegir cuentistas, sin dudas Alice Munro. ¿Ves? De chica leí todo Edgar Alan Poe, pero me quedo con Munro.

 

P.F.B.: Desde luego tienes un gusto bastante variado y rico. Nos unen algunas escritoras. 

¿Tienes alguna manía a la hora de escribir? ¿Alguna rutina establecida o te basas en la inspiración del momento?

A.C.: No tengo muchas manías, de hecho, puedo escribir en el medio del living con las chicas alrededor, pero en un mundo ideal preferiría estar sola en una habitación. Siempre tengo a mano algo para beber como jugo, mucha agua, un café, si estoy sola música baja. Pero no espero que llegue la inspiración, o sí, pero ya la espero sentada: quiero decir, todos los días me siento a escribir, aunque no tenga ninguna idea a la hora de sentarme. Es mejor que cuando aparezca la idea, ya esté instalada.Prefiero escribir a la noche tarde, pero la mayoría de las veces lo hago por la mañana bien temprano, que es cuando la casa está más deshabitada. Si tengo alguna idea y no estoy frente al ordenador, la anoto inmediatamente y cuando me siento la retomo o intento desarrollarla.

 

P.F.B.: ¿Necesitas silencio para escribir, música, un lugar establecido donde enclaustrarte?

A.C.: Me encantaría. Antes de ser madre pasaba días enteros escribiendo, sola en el medio del living. Si tuviera silencio, un lugar establecido, sería mejor, tal vez, pero ya me acostumbré a hacerlo “acompañada”, por decirlo de alguna manera, aunque el resto de la familia me mire como si fuera un adorno fijo que solo mueve los dedos en el medio de la sala. Y no es lo ideal pero tampoco está tan mal. Eso sí, apago el móvil para que no me distraigan los mensajes ni caiga en la tentación de leer los chats.

 

P.F.B.: Lo de apagar el móvil es una buena técnica para escribir, totalmente de acuerdo. ¿Vives la soledad del escritor? ¿A quién das a leer tus obras, como lectores, para ver si funcionan?

A.C.: No, no vivo esa soledad mítica del escritor. Es como una utopía para mí. Cuando tengo una idea que me da vueltas en la cabeza la escribo sola, generalmente no lo hablo mucho hasta no tenerla más o menos encaminada en el texto. Luego sí, lo hablo con amigas escritoras, te pregunto Pilar, y a veces le pregunto la opinión a mi hija más grande, Lena, que también escribe. Y a veces nos intercambiamos ideas sobre algún personaje o alguna historia. Pero no mucho más que pocas amigas muy queridas y de confianza con mirada crítica y Lena. Por lo menos hasta que esté ya casi acabado.

 

P.F.B.: Qué suerte tienes de contar con Lena, que además escribe muy bien, e intercambiar ideas con ella. 

¿Cómo es tu proceso de corrección?

A.C.: Soy muy prolija y me exijo mucho al ir escribiendo: no puedo pasar al párrafo siguiente o a la idea siguiente si no me satisface lo que acabo de escribir. Puedo estar horas pensando una frase, una palabra. Entonces, la corrección generalmente no es muy pesada, a no ser que decida cambiar todo o tirar ese capítulo a la basura y replantear el rumbo. Generalmente dejo el texto, los textos, reposar por algunos días y luego lo retomo para autoeditarme. Los imprimo, los guardo en una caja blanca y después los releo, los corrijo y vuelvo a imprimirlos y guardarlos. Cuando creo que ya está terminado, lo comparto con amigas y a veces con un amigo escritor. Y al final, vuelvo a editarme y, con suerte, ya está, porque si no las ediciones son eternas. Pero leo sí el texto muchas veces antes de decidir que está terminado. Y si puedo lo leo en voz alta para escuchar como suena.

 

P.F.B.: Cómo te entiendo, un gran trabajo la edición, dejarlos dormir en un cajón por unos días, facilita la corrección. ¿Cuál es tu ambición como escritora? ¿Adónde quieres llegar?

A.C.: Me gustaría seguir escribiendo siempre. Y que sea publicado, pero más que nada que me lean y que les guste lo que lean. Tengo tantas ideas que me dan vueltas y vueltas, que a veces me despiertan y que necesito escribir, contármelas y contarlas. Me encantaría que un libro mío se mezcle en la biblioteca de mi casa con tantos libros que ya leí y que me gustan tanto, verlo en una librería por casualidad y que cualquier día de esos una de mis hijas, Olivia o Lena, lo agarren, lo abran, lo lean y puedan estar orgullosas porque a ese libro, que ojalá les guste muuuucho, lo escribió la mamá y les parece bueno.

 

P.F.B.: Esos deseos se te cumplirán pronto. De hecho, en parte, ya están cumplidos. Te felicito. 

¿En qué proyecto estás trabajando ahora?

A.C.: En una novela que transcurre en un circo, pero no es sobre el espectáculo circense sino más bien sobre la insatisfacción que a veces inmoviliza y que no tiene un origen identificable. Es sobre las relaciones de gente que, para sobrevivir, es incapaz de echar raíces en algún lugar y aún así tiene un lugar al que aferrarse, que en esta novela no es más que una caravana de nómades. Es sobre insatisfacciones y alguna clase de amor.

 

P.F.B.: ¿Qué libro te gustaría escribir? 

A.C.: Uno que jamás encare como el último

 

P.F.B.: Me gusta lo que dices. ¿Tienes algún consejo para los que desean fervientemente ser escritores?

A.C.: No me siento con capacidad ni en un lugar para dar consejos, pero hay dos que me dieron a mí que me sirvieron muchísimo. El primero fue cuando empezaba a trabajar como periodista y volví de hacer una entrevista a cuatro hombres que habían ganado un juego de apuestas que se llamaba, en la época Prode, una especie de lotería pro sobre resultados de partidos de fútbol. Los cuatro hombres habían ganado mucho dinero y yo, por pudor, no les pregunté a cada uno de los cuatro qué era lo que iban a hacer con esos millones. Mi jefe de entonces me aconsejó que para ser buena periodista tenía que preguntar y preguntar. “Tenés que ser muy curiosa, y no sentir vergüenza por esa curiosidad”. Ese fue el primer gran consejo. Ya en la literatura, Rosa Montero me dijo que llevara siempre una libreta y una lapicera y que escribiera hasta lo que me parecía más insignificante si eso me había llamado la atención. Fue 1999 y lo hago desde entonces. Por lo demás, si alguien quiere escribir es solo sentarse y escribir, escribir, escribir, es más probable que algo salga escribiendo que sin hacerlo.


Andrea Centeno
Crédito: Olivia Giuliano

Puedo estar horas pensando una frase


P.F.B.: Dos consejos importantes: la curiosidad y la libreta. Y gran (no) consejo el tuyo: Si alguien quiere escribir es solo sentarse y escribir. Porque como decía Clarice Lispector: “Para escribir, el aprendizaje es la propia vida, y el único estudio necesario es justamente escribir".

Qué género te gusta más: cuento, novela… Y por qué.

A.C.: Novela, ya lo dije. Pero me resulta más fácil escribir cuento. Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, dice que la escritura de un novelista es mucho más proletaria que la de un cuentista. Me gustan más la complicación, el esfuerzo, a la hora de escribir, tal vez. Encarar el texto que saldrá como una obrera. 

 

P.F.B.: Yo parto de la base de que tanto escribir cuentos como novela entrañan su dificultad. Pero estoy segura de que tú encararás muy bien esa novela en la que estás trabajando ahora. ¿Sobre qué personaje real te gustaría escribir un libro, y qué personaje te gustaría parir? 

A.C.: Nunca lo pensé, a ver… La verdad es que prefiero los personajes simples y no sé si me gustaría escribir algo sobre alguien muy conocido. Sería una especie de biografía, de las que no me gusta tanto leer. Irene, de Nadie me llevará flores, es sobre una persona real y anónima. Y me pasa también el periodismo, siempre preferí escribir las crónicas a las grandes producciones, escribir sobre personas comunes que sobre famosos. Sobre el personaje que me gustaría parir, sería un personaje a simple vista detestable pero que en algún punto sea adorable para el lector. O por lo menos sea perdonable, tipo Humbert Humbert, alguien que digas como puede gustarme tanto esta persona...

 

P.F.B.: Interesante lo que dices, un personaje detestable, pero adorable para el lector. Ahora que lo dices, en literatura encontramos muchos casos así. ¿Tienes alguna anécdota que te gustaría contar y que tenga que ver con la escritura?

A.C.: Gracias a la escritura conocí a personas que admiro y adoro. No soy una persona que pueda decir que tenga grandes ni muchos amigos de toda la vida, pero gracias a la escritura conocí amigas que quiero como si fuéramos próximas de toda la vida.

 

P.F.B.: Doy fe. A mí me pasa lo mismo. ¿Cuánto tiempo diario le dedicas a la escritura? Prefieres por la mañana o por la tarde… ¿Si no hay constancia no hay escritor, si no hay esfuerzo tampoco? ¿Qué crees que es lo más necesario para ser escritor?

A.C.: Prefiero por la noche, pero acabo haciéndolo por la mañana. No tengo un tiempo fijo, pero intento sentarme por lo menos cinco horas por día que no necesariamente son todas de un tirón. No siempre lo consigo. A veces paso el día entero, cuando estoy embalada, y hay días en los que no me siento, pero por suerte son los menos. Creo sí que hay que tener constancia, por lo menos hasta poner en el papel, en el ordenador, esa gran historia que nos desvela. Para escribir es necesario tener sensibilidad, observar, ser curioso, describir, leer y sobre todo escribir sin autocensuras, que para las correcciones habrá varias lecturas posteriores.


P.F.B.: Me quedo con eso de escribir sin autocensuras, tan difícil, pero necesario. Y desde luego tener constancia. ¿Cómo es el proceso de escribir y publicar? Editoriales, espera… 

A.C.: El proceso es tedioso, es largo, angustiante cuando no se es un escritor conocido. Es como pedir un favor constante ante las editoriales, cuando lo que en realidad ofrecés es parte de la dinámica y del negocio. Si no hubiera escritores, las editoriales no existirían, pero creo que están sobrevaloradas en muchos casos. Hay veces en que un editor se cree muy superior al escritor, pero sin esa idea primitiva que en algún momento tuvo y plasmó el escritor no habría qué editar. La espera a veces es insoportable.

 

P.F.B.: Tomo nota. Háblame de tus libros, publicados e inéditos. ¿Cuál es tu primer libro publicado? Y qué sentiste cuando lo viste entre tus manos.

A.C.: Yo no tengo muchos libros publicados en solitario, apenas uno. Nadie me llevará flores, pero por ahora es solo digital, me muero de ganas de tenerlo en papel. La editorial, Literálika, espera el ISBN para imprimir y en México ese trámite demora meses y meses. Publiqué algunos cuentos en antologías y cuando las tuve por primera vez en las manos, olí el papel, la tinta, acaricié la tapa, fui feliz. Me pasó con En cuentos con Rosa y con la antología Labios rojos, chocolate y una rosa, de la que recibí varios ejemplares en una caja. Estaba en el cielo y se lo debo a Maru San Martín, que me las envió de sorpresa desde México. Vivo en Brasil y aquí es casi una rareza un libro en español.

 

P.F.B.: Tus palabras me hicieron pensar en Lispector, una ucraniana en Brasil, y en todo lo que os une. Ella también era escritora y realizaba colaboraciones periodísticas, Escribía una columna semanal en el periódico "Jornal do Brasil". 

Me gustaría saber cuál ha sido y es actualmente tu experiencia de vivir en un país que no es el tuyo.

A.C.:  Somos casi una familia argentina en Brasil en casa. Mi hija Lena nació en Buenos Aires, mi marido Pablo es argentino y cuando nos mudamos aquí vinimos con Rafael, nuestro perro que ya no está físicamente entre nosotros. Pero que de varias maneras está siempre presente. Olivia, mi hija más chica, es la única brasileña de la familia, porque nació en San Pablo. Es una rutina sin rutina el vivir como extranjera. De alguna forma, siento que San Pablo es mi casa, mi barrio es el mío, quiero decir que me siento en casa, como si hubiera nacido en San Pablo, de diversas formas y a la vez todo me recuerda, sobre todo el idioma, que soy sapo de otro pozo. Que no soy de aquí, aunque siento una fuerte pertenencia. Y, otra vez, desde el idioma a las recetas de comida, es un aprendizaje constante, como la vida. Al principio fue muy extraño escuchar a mi hija hablar, reír, jugar, con las amigas del jardín de infantes y no entender más que un par de palabras de lo que decían. Desconocer las canciones de ronda que aprendía en la escuela, celebrar fechas patrias que no son las mías. Pero la vida acaba creciendo donde están nuestros amores. Y todos los míos, felizmente, están aquí. Y aunque extraño muchas cosas de Argentina me siento muy plena. Pensé que solo iban a ser uno o dos años, fue una de las condiciones mías cuando acepté la experiencia de vivir en Brasil. Pero hace 17 años que estoy aquí y creo que ya no me voy más.

 

P.F.B.: Ya lo dijo el escritor Josep Pla: “hay que viajar para descubrir con los propios ojos que el mundo es muy pequeño”.

¿Qué libro publicarás próximamente?

A.C.: Salió en diciembre otra antología, Destejiendo heridas, también en México, es una compilación de dieciocho cuentos escritos en un taller con Liliana Blum. Me gusta muchísimo ella y el libro, es una preciosidad. Ojalá publique la novela que estoy escribiendo, esta que va sobre el circo. O un libro de cuentos, que ya está terminado y busca editorial.

 

P.F.B.: Creo que publicarás pronto, porque eres una gran escritora. Encontrarás la editorial adecuada, estoy segura. Te deseo mucha suerte. 

Para ir terminando con esta entrevista y aunque sea una pregunta incómoda, me gustaría saber lo que opinas del mundo en que vivimos, política y socialmente. 

A.C.: Creo que el mundo está cada vez más injusto, que a veces nos perdemos de lo que es importante. Que todos los derechos son defendibles y tienen que ser respetados, pero a veces nos perdemos un poco. Lamento profundamente el avance de la derecha y celebro los triunfos de mujeres. Me pone muy feliz cada avance que hacemos las mujeres para defender nuestros derechos, los que deberían ser naturalmente respetados y no explicados todos los días. Creo que el mundo en el que estamos va a veces de mal en peor, con gente que elije a representantes que no representan más que el egoísmo y la barbarie a veces, pero por suerte están los otros. Mi sueño es un mundo en el que nadie muera de hambre, pero falta tanto para eso. El camino es muy largo pero hay chispas de esperanza que se encienden sobre las cenizas. Y a esas chispas tenemos que mirar, alimentarlas.

 

P.F.B.: Me quedo con tus buenos deseos sobre el mundo. Que así sea. ¿Quieres añadir algo a esta entrevista?

A.C.: Solo decir un millón de gracias.

P.F.B.: Gracias a ti. Has sido muy generosa por concederme tu tiempo, confiar en mí y haber compartido en mi Ventana tu libro, tus experiencias y reflexiones. Muy enriquecedor, hemos aprendido mucho sobre ti y sobre lo que más te gusta, la lectura y la escritura. Para mí ha sido un placer entrevistarte, un honor. 

                ¡Te deseo toda la suerte del mundo, muchos libros más y muchos éxitos! 


Andrea Centeno
Crédito: Adriana Margotto

Me gustaría seguir escribiendo siempre


En privado:

1.    Un libro: Mujercitas, de Louisa May Alcott (Pero si pueden ser tres, también Lolita, de Vladimir Nabokov, y Las Olas, de Virginia Woolf).

2.    Un color: naranja.

3.    Una ciudad: Madrid.

4.    Una canción: Pasajera en trance, de Charly García.

5.    Una película: Marius y Jeannette, un amor en Marsella (por los recuerdos q me genera esa película).

6.    Un recuerdo: la risa de mi mamá.

7.    Una mascota: mis peludos: Pompóm (y Rafa, q me acompañó en mi viaje de Buenos Aires a San Pablo y durante mis primeros años aquí, Brasil, y que lo extraño a montones).

8.    Un coche: cualquiera que sea taxi y me lleve.

9.    Una estación: Atocha.

10.  Un sueño: envejecer con mi marido viviendo en Madrid (aunque él sueñe lo mismo, pero en la playa… ja, ja, ja).

11.  Un animal: perro, siempre perro.

12.  Una compañía: Lena y Olivia, mis hijas.

13.  Si pudieras... volvería al día del último abrazo a mi papá.


Para saber más: 

-https://www.lacapital.com.ar/.../andrea-centeno-el.../amp

Algunos cuentos de Andrea Centeno. Espero que os gusten.

No os los perdáis:

https://www.pagina12.com.ar/366644-andar

https://www.pagina12.com.ar/407972-homenaje

https://www.pagina12.com.ar/360428-la-pecera

https://www.pagina12.com.ar/384401-polonio

https://www.pagina12.com.ar/373312-la-insignificancia-del-pelo

- https://www.pagina12.com.ar/381282-salvador (Un capítulo de la novela.)