jueves, 29 de octubre de 2015

RAINER MARÍA RILKE

Dos poemas de Rainer María Rilke

Rilke pintado por Leonid Pasternak

Día de otoño
Señor: es hora. Largo fue el verano.
Pon tu sombra en los relojes solares,
y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos;
concédeles dos días más del sur,
úrgeles a su madurez y mete
en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene,
el que ahora está solo lo estará siempre,
velará, leerá, escribirá largas cartas,
y deambulará por las avenidas,
inquieto como el rodar de las hojas.

Canciones de los ángeles
No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.

[…]

Sus manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.

Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.

Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras...

Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.

Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.

Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.

Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo

de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.

Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas...

Rainer Maria Rilke
Traducción de Adrian Kovacsics



lunes, 5 de octubre de 2015

UN PROBLEMA DE PESO




Hoy os traigo un microrrelato que ha sido seleccionado y publicado en el libro de microrrelatos R.I.P (1895-2015).


Un problema de peso
Desperté a mi vecina. Debía de estar profundamente dormida porque hasta el quinto timbrazo no abrió la puerta. Le señalé el gentío congregado a mi espalda, a través de la ventana, y le expliqué que en medio de nuestra calle había una ballena. Ella me miró con los ojos medio cerrados y me dijo: “Como no tenemos que sacar el coche del garaje —era domingo—, no veo dónde está el problema”. Acto seguido se encogió de hombros y me cerró la puerta en la cara, como si encontrarse un cetáceo de sesenta mil kilos encallado frente a la puerta, en pleno Madrid, fuera cosa de todos los días.
Volví a casa y descorrí las cortinas. La calle estaba repleta de periodistas y cámaras de televisión. El pobre animal sobrevivía a duras penas.
De no haber sido por el agua que algunos vecinos acarrearon durante horas, la ballena habría muerto.
Al día siguiente la noticia llenó las primeras páginas de todos los periódicos. Hablaban de la solidaridad de la gente, de la especie a la que pertenecía la ballena… Pero nadie se preguntaba cómo había llegado hasta mi puerta.


©Pilar Fernández Bravo