Un hombre permanece tendido en una parihuela, con los ojos abiertos a
pesar de estar muerto. Se halla en una escuela oscura y maloliente, perdida en
un pueblo de la selva boliviana, llamado La Higuera. El que lo había acompañado
la noche anterior en la espesura, cerca de la Quebrada del Yuro, sale a la
puerta de la escuela y da de señas a dos tipos para que entren. Después, uno de
ellos saca de dentro de su tabardo un serrucho pequeño, se acerca a la
parihuela y sierra las manos al cadáver.
Una hora más tarde, los soldados que custodian la escuela entran y
verifican la mutilación. En ese momento comprenden que tienen un grave problema
y deben actuar con rapidez: unos forenses argentinos llegarán al día siguiente
para corroborar mediante pruebas dactilares la muerte de ese hombre que, antes
de ser acribillado a balazos, identificaran como el Che. Por eso hacen correr el
cuento de que las manos están guardadas como una reliquia en Cuba, o ellos
mismos lo piensan, buscando una
explicación a lo ocurrido.
Pero la verdad está escondida en lo más profundo de la selva del Yuro, en
una casita de adobe donde, sentados a la mesa, una mujer y sus dos hijos esperan
a Gabriel Guchacano, del que todos dicen que es el doble de Ernesto Che
Guevara.
© Pilar Fernández Bravo
Hola Pilar,
ResponderEliminarNo me equivoqué al visitar tu blog, esta historia es encantadora, las manos perdidas... Mil abrazos desde Lima.
Espero que tú también me visites siquiera un momento. Te dejo mi dirección.
www.anthonyyl.blogspot.com
Muchas gracias, Anthony.
ResponderEliminarPasaré por tu blog.
Abrazos, igualmente, desde Cáceres.
¡Hola Pilar!
ResponderEliminarUn relato tan preciso que me quedé pensando si es historia o ficción...
A la larga, tanto ficción como realidad viven ligadas, los límites se desdibujan ¿o no?
Besos!
Tienes razón la realidad se desdibuja. En este caso es un recurso literario, aunque ya sabes que la realidad supera la ficción. Me gusta cuando todo se difumina y no se conocen los límites porque es como actúa nuestro pensamiento la mayor parte del tiempo. ¿No crees?
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Besos.