Olmo era un niño muy inteligente
e intuitivo. Esperaba la venida de los reyes o, al
menos, encontrar los regalos bajo el árbol como siempre. Había crecido y con él
las dudas sobre el tema. No obstante, siguió la rutina de escribir la carta,
visitar a sus Majestades en el centro comercial (este año le tocó Baltasar
aunque no era su preferido), poner los zapatos bien alineados junto a los demás
y hacer todo lo necesario para que al ritual de la noche de Reyes no le faltara
de nada. El protocolo exigía, además de hablar
con mamá y papá un rato después de la cena, irse pronto a dormir. Esto último
no solo no lo acataba en esta noche tan especial, sino que era de difícil
cumplimiento en su vida cotidiana.
El cuento que tenía entre las manos le ataba
al sillón mientras su madre escuchaba atenta cada frase esperando el final. Se dio
cuenta de que Olmo había comenzado a repetir dos veces cada párrafo, dilatando así las horas de forma exasperante.
—Se acabó —y le cerró el libro con fuerza provocando un viento huracanado delante de sus narices— ¿Y si vienen los Reyes Magos y te pillan
despierto?
—Los reyes magos no existen.
—Pero tú tienes ilusión, eso es
suficiente. Crees en la magia.
—La ilusión es un engaño de los
sentidos, se lo escuché decir a la abuela.
—Pero también es Esperanza y si
se cumple lo que deseas te hará feliz. Eso significa tener sueños que se
convertirán en alegrías cuando se hagan realidad y veas tus juguetes. Por eso
debes irte ahora a la cama. Mañana te sorprenderás.
—Yo ya soy grande y no quiero
irme a dormir; además, no creo que los Reyes Magos vengan aquí.
—Pero si tú mismo escribiste la
carta, hiciste la cola para ver a los Reyes Magos y se la diste personalmente,
pudiste comprobar que sí existen. Además, ¿por qué hay roscón de Reyes si no, y
por qué dejamos los zapatos para que nos echen los regalos?...
—¡Entonces, ¿por qué Baltasar
desteñía?!
—¡…!
©Pilar Fernández Bravo
¡¡FELIZ NOCHE DE REYES!!
La ilusión nunca se pierde en los niños, es nuestra estupidez de adultos quien se ocupa de hacérsela perder. Se puede disfrazar la verdad, pero no la evidencia. Cuándo se darán cuenta los ediles de ayuntamiento que el betún no es la mejor de las mixturas para disimular la realidad de los sueños. Y mientras, los Baltasares de verdad atestando pateras y no precisamente de cuento.
ResponderEliminarEs cierto, no se pierde porque está la magia que suele ganar a la estupidez; además, los niños son intuitivos e inteligentes.
EliminarQué gusto verte por mi ventana, Santiago, te deseo un feliz año nuevo y espero que los reyes, sea cual sea tu preferido, hayan sido generosos contigo. Yo te deseo muchos éxitos y muchos libros.
Un abrazo