Iré a morir al Atlántico
de la mano del Tajo
si nos dejan los trasvases
y las cloacas a su paso,
pero iré colgado del aire
como un ave sin alas.
No quiero ser aquel barquito de papel
que sucumbía en un recodo del arroyo
calle abajo hasta los
confines del sueño
sin conocer mares ni
océanos.
Ahora el arroyo es una sombra
en la cavidad del
asfalto
que corona un puente
y solo sirve para el
juego.
Ya no hay agua para
fabricar
cascadas en las
montañas
ni afluentes en los
pueblos.
Y apenas queda infancia
para recordar...
©Pilar Fernández Bravo
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