Donde no hay recuerdo
no hay dolor…
Ella se esfuerza por abrir
los ojos,
pero sabe que detrás de
los párpados
vive una mujer que no es
ella.
Balancea su mirada en la vieja
cuchara
mientras mueve el caldo de
una sopa
que no reconoce.
A veces, tararea una
canción
que nace sin permiso
y el aire detenido se
alimenta
de las notas que fluyen de
su boca.
Escapa (casi siempre del sillón)
y recorre la memoria
prendida:
la imagen de algún hijo,
unos árboles de copa
alargada
troquelan el cielo sobre
la montaña,
el sol la ciega en un
parque,
su peine se desdibuja
entre las manos,
alguna caricia frente al
espejo, gotas de lluvia,
el olor a tierra mojada y
el olor a pan,
una foto en la pared, una
mesa camilla,
los niños jugaban en las
calles,
las calles ahora están
vacías…
Todo dura un instante,
después
la mujer queda varada
en medio de sus dos
orillas rotas, allí
donde las cosas perdieron su
nombre.
Mañana, quizá, el mundo
le hará un guiño y ella
volverá
a tener la gloria de un
instante.
©Pilar
F. Bravo
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