lunes, 23 de septiembre de 2013

El desvío

El desvío
Desde que penetré en el local, un bar de carretera sucio y alejado de la autopista, lo supe. Me lo dijo el cojeo del aire y esa bandada de miradas licuando pendencia. Enseguida experimenté un estado de arrepentimiento irreversible; pero no me dio tiempo a mucho más porque una ráfaga de pólvora, que salió de detrás de la barra, viajó por el aire detenido hasta mi pecho y lo abrió de par en par, como se abren las puertas de un toril.

 Al principio pensé que tal vez, solo tal vez, no moriría al instante, o un equipo de emergencias entraría por la puerta de aquel antro y me salvaría la vida. Luego, caí desplomada sobre la sangre caliente y cerré mis ojos para siempre. Y aunque había perdido la vida no ocurría lo mismo con la consciencia, que me regalaba una última reflexión: los desvíos matan, no volveré a tomar uno. Como si eso fuera posible.

©Pilar Fernández Bravo
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2 comentarios:

  1. Puede que los desvíos maten a balazos, pero la autopistas mata de tedio. Que cada cual elija.
    Abrazos, siempre

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    1. Jajaja, sí, es cierto... aunque los desvíos no matan, o, al menos, matan lo mismo que las autopistas, pero no más lejos de eso. La ficción siempre lleva algún despropósito, una vuelta de tuerca para variar.
      Gracias por tu comentario.
      Un abrazo

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