Cuando
salgas de mi casa
guarda los susurros de amapola
que dejaste caer como tejido de seda
sobre mi espalda.
Recoge el aroma de mi nuca
cumpliendo el rito del después,
y huyendo de fútiles rutinas.
Conserva los
pétalos de mis manos,
y en la
memoria de tus ojos,
los
míos,
que te amaron como
siempre
en la distancia.
Pero que
no queden sombras
ni
ocultos deseos incumplidos
porque
el amor no obedece leyes.
©Pilar
Fernández Bravo
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