domingo, 20 de abril de 2014

Otros cien años de soledad sin Gabo

Gabo se nos ha muerto, porque todos los que amamos su literatura nos sentimos en un día como hoy especialmente huérfanos. El Alzheimer devoró su cerebro hasta el punto de no saber que había escrito Cien años de soledad, una de las cumbres literarias del pasado siglo, ni de que había sido galardonado con el premio Nobel.
La vida de Gabriel García Márquez se fue apagando en silencio en su casa de México, entre el cariño de los suyos, con 87 años cumplidos hace muy poco, la edad de los patriarcas de sus espléndidas novelas que lo hacen eterno.


Picar en la imagen para seguir leyendo el artículo La eternidad sin Gabo, escrito por José Luís Muñoz en El Cotidiano.






        Ahora, pues, todos lloramos la muerte de García Márquez, como hace unos días ocurrió con Gelman o con José Emilio Pacheco, o hace unos años sucedió con Octavio Paz, del que recientemente hemos celebrado el centenario de su nacimiento.
Se nos fue definitivamente, pero queda lo mejor de él, su obra.

Seguir leyendo en El Cotidiano el interesante artículo de Antonio Rodríguez Jiménez LA REVOLUCIÓN NARRATIVA DE GARCÍA MÁRQUEZ (http://www.elcotidiano.es/la-revolucion-narrativa-de-garcia-marquez/)

Imperdibles los dos artículos sobre García Márquez. Los he disfrutado. Los comparto porque cada lectura nos aporta luz.

¡Adiós Gabo!


miércoles, 16 de abril de 2014

The kiss


Como la brisa de junio

Como la hojarasca en septiembre

Como el frío de enero

Como el cantueso en abril

Llegó sempiterno

Imperecedero

  Perpetuo

      Infinito

          Eterno


          El beso que nunca te di



©Pilar Fernández Bravo

martes, 1 de abril de 2014

el mensaje


hay un mensaje que no sé guardar
que va y que viene
se deja soñar
aflora en la boca
guarda el umbral

y no abre la puerta
porque no quiere entrar

todos los días
se hace papel
luego una mano
lo arroja al bidé

en una escalera
se pone a llorar
perlas de mar

no tiene letras
pero sabe hablar

es un mensaje puñal

y no abre la puerta
porque no quiere entrar


©Pilar Fernández Bravo