domingo, 26 de febrero de 2012

En lo profundo del Yuro


(Foto de René Cadima) 

Un hombre permanece tendido en una parihuela, con los ojos abiertos a pesar de estar muerto. Se halla en una escuela oscura y maloliente, perdida en un pueblo de la selva boliviana, llamado La Higuera. El que lo había acompañado la noche anterior en la espesura, cerca de la Quebrada del Yuro, sale a la puerta de la escuela y da de señas a dos tipos para que entren. Después, uno de ellos saca de dentro de su tabardo un serrucho pequeño, se acerca a la parihuela y sierra las manos al cadáver.
Una hora más tarde, los soldados que custodian la escuela entran y verifican la mutilación. En ese momento comprenden que tienen un grave problema y deben actuar con rapidez: unos forenses argentinos llegarán al día siguiente para corroborar mediante pruebas dactilares la muerte de ese hombre que, antes de ser acribillado a balazos, identificaran como el Che. Por eso hacen correr el cuento de que las manos están guardadas como una reliquia en Cuba, o ellos mismos lo piensan, buscando  una explicación a lo ocurrido.
Pero la verdad está escondida en lo más profundo de la selva del Yuro, en una casita de adobe donde, sentados a la mesa, una mujer y sus dos hijos esperan a Gabriel Guchacano, del que todos dicen que es el doble de Ernesto Che Guevara.

© Pilar Fernández Bravo
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4 comentarios:

  1. Hola Pilar,
    No me equivoqué al visitar tu blog, esta historia es encantadora, las manos perdidas... Mil abrazos desde Lima.
    Espero que tú también me visites siquiera un momento. Te dejo mi dirección.
    www.anthonyyl.blogspot.com

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  2. Muchas gracias, Anthony.
    Pasaré por tu blog.
    Abrazos, igualmente, desde Cáceres.

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  3. ¡Hola Pilar!

    Un relato tan preciso que me quedé pensando si es historia o ficción...

    A la larga, tanto ficción como realidad viven ligadas, los límites se desdibujan ¿o no?

    Besos!

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  4. Tienes razón la realidad se desdibuja. En este caso es un recurso literario, aunque ya sabes que la realidad supera la ficción. Me gusta cuando todo se difumina y no se conocen los límites porque es como actúa nuestro pensamiento la mayor parte del tiempo. ¿No crees?
    Gracias por tu comentario.
    Besos.

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